sábado, 20 de febrero de 2016

Si Me Estima, Si Me Estima!!!

Los refranes y adagios populares están instaurados en nuestra sociedad desde tiempos inmemoriales. Este país que preserva de generación en generación tradiciones como curar hemorragias con café, mitos como que la tierra se “traga” a los niños que le contestan mal a la mamá, o que si uno abre acalorado la nevera después de llegar de un partido de fútbol se le tuerce la boca, también hereda con el tiempo a sus más jóvenes habitantes, frases que ya eran viejas y muy usadas por los tatarabuelos, incluso desde cuando Amparo Grisales iba al Jardín Infantil.

El adagio en sí mismo es una frase corta que denota cierta sabiduría, bien sea por experiencia propia de quien la dice, o porque la gente con el tiempo comienza a creer que así es, per se. No es necesario visitar una Fonda Paisa como Los Abuelos Antioqueños o El Chicarrón Totiado (piqueteadero bogotano donde atendía un buen hombre disfrazado de Condorito para atraer comensales), para recordar refranes como: Al que madruga Dios lo ayuda! Camarón que se duerme, se lo lleva la corriente! El inocente come mierda y vive gordo! O las favoritas de Antonio Cervantes Kid Pambelé: Es mejor ser rico, que pobre!  Y aquella otra preferida por los boxeadores, que dice: Es mejor dar, que recibir!
Antonio Cervantes Reyes "Kid Pambelé", dos veces Campeón Mundial Welter Junior.

Por supuesto, en el fútbol profesional colombiano, peculiar ecosistema lleno de raras especies como locutores, comentaristas, árbitros, jueces de línea, entrenadores, jugadores y uno que otro auspiciante (desde cremas analgésicas hasta estimulantes sexuales para el 3er tiempo), hay frases que sin ser muestras de sabiduría o reflexión, prácticamente ya son refranes populares que se usan en la cotidianeidad por haberlas oído millones de veces en transmisiones radiales o televisivas por más de dos décadas, y otras con origen en el fútbol amateur que por pura genialidad criolla se van extendiendo por canchas y potreros de todo tipo, sin importar barrio, estrato o talento. Al final ambas vertientes aportan una creatividad exagerada para condimentar todo partido de fútbol aficionado a lo largo del territorio patrio.

Y para la muestra, qué oficinista no ha dicho el día de la fiesta de fin de año de la empresa (una vez, que pescando en río revuelto ha convencido a alguna compañera de oficina para irse de remate a un grill “de lo más de reservado”): “Que no me esperen en la casa!!!” O acaso qué chofer de flota no ha dicho (al dirigirse al baño en un parador de carretera), luego de engullir un cuchuco con espinazo y jugo de curuba en leche: “ésta es una de las dos cosas que más me gusta hacer en la vida, compañero compañero”.

Y claro, entrando al infinito cosmos del fútbol aficionado, cada jugador, cada equipo y cada barrio, van construyendo un lenguaje propio en la cancha y de ahí en adelante, lo aplican para el resto de los ámbitos de su vida diaria. Frases tan famosas como Si me estima, si me estima (para que quien lleva el balón, haga un pase a su compañero en mejor posición de gol), o A los dijes, a los dijes (donde el que centra, debe apuntar al pecho de su coequipero), y mejor aún, Hágame famoso, hágame famoso (para que con un pase que espera quien pide el balón, convierta un gol y se vuelva figura del encuentro), son solo algunas perlas de nuestro universo paralelo con la “pecosa”.

En este mismo sentido, tuve la suerte de tener como entrenador por muchos años en mi Colegio, a una leyenda de Independiente Santa Fe, tres veces campeón con el Expreso Rojo en la década del 60, y mundialista con la Selección Colombia en Chile 62, el gran Carlos Copetín Aponte (Q.E.P.D), o el Chiquito Aponte, como también le decían en esa época. Lateral izquierdo, nacido en Boyacá pero con alma albiroja durante toda la vida, con exquisita técnica y un carácter recio que compensaba su baja estatura. Carlos fue uno de esos valiosos talentos criollos, no solo en la cancha como jugador, sino que durante su vida de entrenador, y de alguna manera como pedagogo a través del fútbol, expresaba ciertas frases que a continuación les compartiré.
Santa Fe años 60: Primera fila de izquierda a derecha: Justiniano Montaña, Jaime Silva, Ricardo Pegnoty, Hernando ‘Mono’ Tovar, Carlos Rodríguez, Carlos ‘Copetín’ Aponte. Segunda fila: José ‘Pepillo’ Marín, Juan Montero, Osvaldo Panzutto, Alberto Perazzo y Héctor ‘Zipa’ González.

Estos dichos que estaban casi patentados por Aponte, los usó ampliamente cada vez que dirigió y con los años casi que se volvieron refranes populares para nosotros, sus propios jugadores, que veces no entendíamos si las decía en la calentura de los partidos para motivarnos, para regañarnos, para confundir a los rivales, para exasperar a los árbitros o para hacer reír a uno que otro espectador fortuito:
-Arbitro, pita más una olla exprés!
-Ese “pelao” no mete un ciego a un charco!
-Pica mas una cobija de plumas!
-Parece mexicano, puro taquito!
-Por qué la mandó (la pelota) tan arriba? Va a hacer llover?
-Corre más un marica en chanclas!
-Salta más un balín en un arequipe!
-Pica más un ají de guayaba!
-Si tiene miedo, le compro un perro!
-No pelea una herencia!
-Ospina, qué tal está el partido?
-No marca un cuaderno!
-No para un bus en la 68!
-Si el balón está malo, dele un Mejoral!
-Hizo una de Pelé y otra suya!
-Se volvió Ingeniero que ahora solo hace túneles?
-Tienen más garra los fríjoles de La Modelo!
-Con ese lomo yo hubiera sido cantante!
-Se mueve más una oreja!
-Tiene más sangre un calado!
-Hidalgo escrituró ese pedazo de cancha?
-No se saca un poste!
-Tiene más regreso Carlos Lehder!
-No cabecea ni en la Gaviria (nombre de una reconocida funeraria de Bogotá).
Carlos Lehder Rivas, Narcotraficante del Cartel de Medellín condenado en Estados Unidos, inicialmente a una cadena perpétua, más 135 años de prisión.

Pero más allá de estas frases tan futboleras y tan propias, nunca voy a olvidar la anécdota de un buen amigo quien los domingos tenía por costumbre (hace ya muchos años), desenguayabar con su grupo de amigos más cercanos en un parque a dos cuadras de la casa, jugando partidos amistosos casuales en esa cancha tipo Pescaito. Efectivamente, un domingo encontraron equipo rival y si bien el acuerdo para el partido entre los dos equipos fue cordial, algunos jugadores adversarios lucían un poco mal encarados, en el preciso momento de  iniciar el cotejo amistoso-aficionado, uno de los rufianes le soltó esta perla a mi amigo Juan Manuel: “Bueno Mono, ahora si póngase el smoking y los de charol que comenzó el baile!!!”

La historia es verídica, pero yo en su lugar con semejante frase solo hubiera podido responderle: Me asustastes, como dice Williamsito!







Imágenes Cortesía:

domingo, 7 de febrero de 2016

Buenas, ¿Para Lo Del Sin Tocayo?

Nunca he entendido muy bien, por qué razón en Latinoamérica, pero especialmente en nuestro país, la gente no solo tiende a ponerle a los hijos nombres extranjeros condimentados con apellidos criollos, sino que en algunos casos retando a las buenas costumbres y al diablo, también bautizan la prole con apellidos extranjeros pero usándolos como nombre de pila. Lo mejor del cuento, es que no contentos con estas recetas antroponímicas (la ciencia que estudia el origen de los nombres), el colombiano promedio para darse caché, se inventa simplemente nombres que no tienen ni explicación, ni ortografía, ni pies, ni cabeza, ni razón de ser.

Esto de los nombres raros es algo que desde mis años de infancia ya me generaba cierto morbo (no solo porque en la TV Colombiana de los 80s, Jorge Barón TV transmitía una sección llamada el Sin Tocayo, donde gente de todo el país se inscribía enviando la fotocopia de la cédula, con la esperanza que ningún otro paisano tuviera su nombre para ganar “lindos premios”), sino que además, en mi colegio algunos alumnos aparecían cada tanto para engrosar la misma lista, de haberlo querido.
Concurso El Sin Tocayo, de Jorge Barón Televisión.

Recuerdo a un niño que estudió conmigo por allá en tercero de primaria, su papá era holandés y su mamá valluna, se llamaba Robert Brent Harding Carvajal, obvio, todos le decían Carvajal. También viene a mi mente el hijo de un portero en una conocida empresa donde trabajó mi papá empezando la década del 90, que se llamaba Johan Sebastián Chisgátiva, o el de un compañero que se graduó conmigo del colegio que se llamaba Jhonny Eric Walker Palacios (no estoy jodiendo)! y claro, evoco con algo de temor, a mi Profesor de Historia Económica Colombiana (ya en la Universidad), un costeño dicharachero pero rabón como ningún otro, que se llamaba Elber Verdugo, o como le decíamos todos: El Verdugo! Siempre nos preguntamos qué tipo de venganza quería tomar el papá de Elber para crucificarlo de por vida con semejante herencia.

Y si hacemos memoria, el fútbol profesional colombiano desde que me conozco, ha sido una fuente interminable de nombres extraños, ni qué decir de los apodos (pero eso da para otro capítulo). Puedo recordar por ejemplo nombres muy poco convencionales de jugadores ya retirados o al borde del retiro, como Dorian Zuluaga, Astolfo Romero, Maler Tressor Moreno, Jhonier Montaño, Arley Dinas, Jefrey Díaz, Kevin Rendón, Freddy Indurley Grisales, James Cardona, Jerson González, Giovanni Cassiani, Kilian Virviescas, Neider Morantes o Farley Hoyos, entre otros.
El querido Totono Grisales y su peculiar celebración en la Copa América 2001.

En estos casos, de haber estado en los zapatos de tan nobles glorias del rentado nacional, con todo respeto y haciendo honor a la verdad, hubiera preferido dado el caso, cambiarme el nombre y usar uno artístico, así como lo hicieron en su momento Gladys Caldas (Claudia de Colombia), Elmer Figueroa Arce (Chayanne), Gloria María Milagrosa Fajardo (Gloria Estefan), Mario Luis Kreutzberger (Don Francisco), o Miguel Américo Belloto (Miguel Varoni).
Chayanne, o Elmer Figueroa Arce, su nombre real.

En este punto, me di a la tarea de reconfirmar si en la actualidad, esta disparatada práctica de los nombres insólitos sigue estando vigente en el ADN de nuestro fútbol, los resultados son simplemente para chuparse los dedos:
-Deportivo Cali: Helibelton Palacios, Jhon Janner Lucumí, Eduard Caicedo, Harrinson Mojica, Brandon Agudelo, Jean Pierre Angulo.
-Atlético Nacional: Sherman Cárdenas, Macnelly Torres, Marlos Moreno, Rodin Quiñonez, Brayan Rovira.
-Independiente Medellín: Marlon Piedrahita, Johan Arango, Faider Burbano, Didier Moreno.
-Deportivo Pereira: Alí Rodolfo Reyes
-Cortulúa: Jown Cardona, Mayer Andrés Candelo, Heinsen Izquierdo.
-Once Caldas: Stiven Alzate, Wiston Cifuentes, Harrison Henao, Franklin Lucena
Karol García.
-Millonarios: Macallister Silva, Lewis Ochoa, Deiver Machado.
-Equidad: Stalin Motta, Dhawlin Leudo, Roger Torres, Dager Palacio, Amaury Torralvo, Geovan Montes.
-Pasto: Cléider Alzate, Yoiver González, Mairon Quiñonez.
-Junior: Josimar Gómez, Jarlan Barrera, Edinson Toloza, Yony González, Deivy Balanta, Yorleys Mena.

Dejé para el postre al Envigado FC, que cuenta no solo con el veterano Breiner Castillo, y con Venji  Castrillón (si con V y no con B), sino que presenta en su nómina de 2016 a Michael Nike Gómez, a quién su padre quiso ponerle Michael Knight en homenaje al personaje protagónico de su programa favorito de la época “El Auto Fantástico”, pero por error o capricho del notario, el Knigth quedó cambiado de un solo tajo por Nike, como la marca de ropa deportiva. Menos mal el papá era fanático de El Auto Fantástico y no de Guardianes de la Bahía, porque capaz que el notario le hubiera terminado poniendo a la creatura Mitch Buchanan’s Gómez o algo semejante…..Dios nos ampare!
Michael Knigth, personaje protagónico de El Auto Fantástico.

Ante semejantes antecedentes bautismales, y con tremendo presente notarial de nuestros futbolistas, no resulta extraño que cifras recientes de la Registraduría Nacional, den fe, que alrededor de 1.000 colombianos sean considerados “Sin Tocayo”, y nombres como Bunkuaringumu,  Lindemeyer, Dositeo, Elyn Romeo, Euro Jesús y Yiliso seann apenas algunos ejemplares, de la infinita creatividad de las más recientes generaciones progenitoras. Eso sí, a mi jamás se me va a borrar de mi inocente mente, aquel Sin Tocayo que vi ganar en vivo por allá en los 80s, el buen hombre se llamaba Chibraufrime, no me pregunten por qué lo recuerdo hasta hoy, pero es de esos datos inútiles que una vez almacenados en la cabeza, no se van más, así como el nombre de Elber Verdugo o el nombre de pila del segundo Puchis en Dejémonos de Vainas: Carlos de la Fuente.

No sé si ustedes ya tienen descendencia, de ser así, espero de todo corazón que no le hayan puesto nombres a sus hijos que fomenten el bullying desde Pre Kinder hasta el día en que se conviertan en nobles oficinistas; pero si aún no han tenido retoños, cuando se decidan, recapaciten y háganle un homenaje a su futbolista favorito cuando bauticen los herederos, eso sí, dando por sentado que su ídolo no se llama Mayer Andrés.





Revista Zape Pelele No. 7
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