Nuestro país, a pesar de ser tan rico
en recursos naturales, mujeres lindas y todo tipo de comidas increíbles,
resulta a la vez muy desigual por padecer tantas carencias aún en pleno siglo
XXI, en temas como educación, infraestructura y salud. Sin embargo a pesar de
esto, Colombia siempre ha tratado de seguir adelante alimentándose de pequeños
triunfos, sin importar por supuesto de qué clase sean o de donde vengan, quizás
para mitigar los anhelos del desarrollo nacional que cada vez se ven más
lejanos.
Desde que era un niño, crecí
oyendo algunos mitos que los adultos repetían con orgullo, como por ejemplo,
que nuestro himno nacional era el segundo más lindo del mundo después de La
Marsellesa, aunque nunca supe quién había hecho y avalado ese estudio, terminé
creyendo en el, y con el tiempo se volvió casi que una premisa de la cultura patria.
Con el pasar del tiempo, ya hacia
finales de los años 90 y en un momento muy complejo para el país en materia de
desarrollo económico, orden público y lucha contra el narcotráfico, nuestros
propios medios de comunicación empezaron a difundir la noticia que por un nuevo
ranking que había aparecido (tampoco quedaba muy clara la fuente del mismo),
nos habían denominado como el segundo país más feliz del planeta, un completo
disparate en medio de una de las épocas más convulsionadas de nuestra historia.
Pero a pesar de todo, al
colombiano le encanta sentirse importante para el mundo, así en la práctica,
seamos potencia solo en cosas irrisorias, como tener el mayor numero de
reinados, el mayor número de festivos y de un tiempo para acá, ser una fábrica reconocida
de cantantes de reguetón (no sé si llorar o reír).
Reinado de la Panela en Villeta, Cundinamarca. Uno de los
miles de reinados del país.
Y justamente la semana pasada, la
suerte volvió a favorecer Colombia y nos llegó un nuevo reconocimiento, tan
disparatado como el del himno o el del ranking de la felicidad, pero esos son
los premios morales que nos gusta recibir cada tanto, para izar bandera y
alimentar el ego colectivo nacional, más ahora, en una nueva época de
incertidumbre para todos.
Así pues, la Liga Aguila, nuestra
amada liga profesional de fútbol, fue catalogada según el ranking de la
Federación Internacional de Historia y Estadísticas de Fútbol (IFFHS), como la
segunda liga más importante del mundo, por detrás de España y escoltada por
Francia, Alemania y Argentina. Cuando escuché la noticia pensé que era una
floja broma de alguno de esos programas radiales de la mañana, donde aún llamar
a hacer pegas es el sello de su precario talento creativo, pero constaté la
noticia en diversos medios y era verdad.
El ranking de las 10 mejores ligas del mundo en 2016,
según las IFFHS.
En ese mismo momento, el paupérrimo
periodismo deportivo criollo (en amplia mayoría), empezó a sacar pecho, porque ellos
se sentían como pieza clave de semejante reconocimiento. La Dimayor
seguidamente expresó su satisfacción al respecto y quien no, después de alcanzar
semejante distinción sin merecimiento alguno, había que capitalizar este
triunfo de nuestros obsoletos y obesos dirigentes. Yo simplemente no lo podía creer,
porque aunque amo el fútbol local (empezando por mi equipo del alma), y soy de
los pocos dolientes que frecuentan el estadio y se arriesgan a ver partidos
contra equipos que solo vienen a Bogotá a acostarse en la cancha con la
esperanza de llevarse un punto para sus intermedias ciudades de origen, no
puedo negar tampoco la realidad de nuestra economía futbolera y del torneo en si
mismo.
Si algo ha caracterizado al FPC
(fútbol profesional colombiano), es su deliciosa genética, nutrida por 20 equipos
(deberían ser 14, exagerando), muchos de ellos sin identidad y sin hinchas; estadios
desvencijados con canchas dignas de un torneo intercolegiado en Apulo y no de
fútbol profesional, otros sin salas de prensa, o sin tribunas completas.
Cancha de primer nivel, en el estadio La Independencia
de Tunja, partido entre Patriotas y Tigres, torneo 2017-1.
Nuestra liga también goza de la presencia de barras
bravas que espantan semana a semana a las familias de las canchas (de hecho una
de ellas, de las más peligrosas del país, ademas ha sido premiada por ser la
barra Fair Play por un canal deportivo, que es del mismo dueño de ese equipo…..qué
ternura), pidiendo plata “para el aguante mi perro”, en los alrededores del estadio,
y eso cuando no intentan matarse con la hinchada rival de turno; jugadores que en muchos casos son futbolistas por
algún temerario empresario, les dijo que tenían condiciones, pero no saben ni
sacar de banda con las manos; “periodistas deportivos” que en muchos casos no
son periodistas, sino ex jugadores o simples hinchas con micrófono, que
deberían trabajar mejor cubriendo noticias de farándula, para explotar sus inmensas
capacidades de análisis; y ni qué hablar de los árbitros, que particularmente
en Colombia, creen que son el centro de atención del juego y los protagonistas
más importantes de la película de cada partido, aún cuando su nivel técnico es
apenas peor que el de sus colegas españoles. Con tantos ingredientes no deberíamos estar ni en el Top 10!
Espacio para la prensa en la cancha del Guillermo Plazas
Alcid, de la ciudad de Neiva.
Espacio para la rueda de prensa de Miguel Angel Russo, DT de Millonarios,
tras e partido de su equipo en Montería contra Jaguares.
Pero luego me detuve a pensar, y
somos del mismo país donde la semana pasada el Gobernador de Antioquia Luis
Pérez, condecoró al cantante de reguetón Juan Luis Londoño “Maluma”, con la
máxima distinción civil que otorga la Gobernación, el Escudo de Oro del
departamento. El Gobernador explicó en la ceremonia que Maluma: "es uno de los intérpretes jóvenes antioqueños
más influyentes por su talento, su música y su voz, quien se ha convertido en un apasionado embajador de
nuestra cultura y en un ejemplo de vida para sus compatriotas”……yo
en los zapatos del Gobernador, jamás hubiera conjugado en esa frase las
palabras embajador, cultura y ejemplo, pero es lo que hay y la gente estaba
pletórica por distinguir a Londoño con este reconocimiento, especialmente por exaltar
las letras tan respetuosas del cantante en especial con las mujeres, una
muestra de coherencia pura entre su arte y el premio. Así que en ese orden de
ideas, para el colombiano medio, premio es premio tenga o no tenga
justificación.
El momento de la premiación, al nuevo ejemplo de los
colombianos, según el Gobernador, Luis Pérez.
Al final y más allá de estas
noticias, no desconozco tampoco, que acá hay jugadores talentosos, equipos históricos
que gústele a quien le guste, son quienes mantienen vivo el torneo a pesar de
sus picos y sus bajos, y que al final la Liga es nuestra liga, con la que nos
hemos criado, con la que nos hemos ilusionado, sufrido, llorado y hasta nos
hemos enamorado, y con la que ya en este punto, es imposible desprenderse para
bien o para mal. Y aunque es un absoluto disparate creer que somos en realidad
la segunda Liga del mundo, el día que tenga hijos, les heredaré mi amor por
nuestro fútbol, por el estadio y obvio, por mi equipo, eso si, ya estoy
ahorrando para cuando vaya con ellos, porque posiblemente para ese entonces,
valdrá menos un semestre en los Andes que lo que estará costando el palito de
queso.
Palito de queso del estadio, normalmente su precio es
inversamente proporcional a la frescura del producto.
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