jueves, 5 de abril de 2012

Dime Qué Gol Cantas y Te Diré Quién Eres

Una discusión que se ha puesto de moda recientemente, es si un jugador debe o no cantar un gol cuando se lo marca a un equipo donde previamente ha jugado.

Para decir sí o no, hay que tener varias consideraciones, la primera es que para los que no han jugado fútbol sea o para aquellos que habiendo jugado en cualquiera de sus categorías pero a quienes el talento y los dones divinos del cielo no los premiaron para hacer goles cada tanto, les resultará muy difícil entender las emociones que se sienten en ese momento mágico, así el gol sea de penal.

Hacer un gol es una bendición, el gol es la esencia del fútbol, es lo que le da sentido y además lo que lo nutre de sentimientos y emociones irracionales tanto para el jugador que lo convierte, como para los hinchas que desde la tribuna se contagian de este momento irrepetible.

Es cierto que a primera vista uno pensaría que resulta inapropiado que un jugador que vistió los colores de una escuadra, le celebre luego un gol en la cara a sus antiguos hinchas, ya vestido con otros colores; algunos sabios octogenarios que comentan y narran por televisión se indignan cuando esto ocurre y salen a condenar al villano de turno por no reprimir sus instintos y hasta lo llaman provocador de violencia, mejor dicho el tipo sale a deberles.

Pero no siempre puede condenarse al héroe de turno por hacer su trabajo, un futbolista y más un delantero nace para hacer goles, donde le toque, cómo le toque y contra quién le toque; hacerlo es en realidad muestra de profesionalismo y de honestidad con el equipo donde juegue, el cual además es su empleador, quien le paga su sueldo y le da para vivir.

Sin embargo cabe anotar que existen diversas situaciones para justificar o no la celebración de un gol ante una hinchada contraria, un primer contexto es cuando se presenta un festejo mesurado como muestra de respeto a un antiguo club, ejemplo de este caso ocurrió en un partido de Copa Libertadores en el año 2000, entre el Atlético Nacional y el River Plate Argentino, donde el antiguo goleador del verde de Antioquia Juan Pablo Ángel considerado uno de los ídolos de aquella institución y que para ese entonces ya vestía la casaca de la banda riverplatense, terminó por convertir un gol de gran factura que dejó en tablas aquel encuentro y puso en aprietos al equipo Paisa, quedando posteriormente eliminado del certamen en primera ronda. En ese momento aunque el estadio de Medellín quedó en silencio, Juan Pablo solo celebró abrazando a sus compañeros de equipo y casi que pidiendo excusas a la hinchada que lo había visto crecer, la gente al final del juego lo aplaudió por expresar respeto a su inmediato pasado, reconociéndole su calidad y comprendiendo que Ángel ahora se debía a otros colores.

Un segundo tipo de situación se da cuando un jugador marca un gol a su antiguo equipo y lo celebra a rabiar sin importar que el mismo sea convertido en un amistoso, en la primera fecha o cuando en realidad el gol significa el triunfo en un clásico o para celebrar un torneo. En este tipo de escenario famosos jugadores se han destacado, pero habría que considerar que en muchas ocasiones se habían ido mal de sus antiguos equipos, peleados con la afición, con un técnico, con los directivos y hasta con sus propios compañeros. Muestra de este ejemplo es el del español Luis Enrique, jugador primero del Real Madrid donde no fue el más querido en dicho club y quien años después paso al Barcelona FC (que en realidad era el equipo de sus amores), por lo que no le costó celebrarle en la cara varios goles a los hinchas madridistas durante varios años. En este caso, razones personales hacen perder el pudor del goleador de turno y la pasión se apodera de él para celebrar con alma y corazón la conquista, sin importar quien está en frente, algo completamente entendible.

Un tercer caso ocurre cuando jugadores que han vestido hasta 14 camisetas en una misma liga, se resignan a no celebrar casi nunca un gol, porque han jugado para tantos equipos que a todos les deberían una muestra de respeto, sin embargo es un disparate pensar de esta manera, pues en muchos casos sus pasos por los diversos conjuntos fueron por periodos cortos, o por periodos no tan cortos donde su huella fue imperceptible para hinchas y directivos. Ejemplo de este caso es el de Wilson Cano quien llegó a la cifra de 14 equipos colombianos en su hoja de vida y si bien en unos hizo más historia que en otros, no por eso debió dejar de celebrar los goles que anotó, pues en su gran mayoría hubiera sido imposible que por respeto se contuviera al marcarle goles  a 13 rivales diferentes…sin embargo yo desconfío de aquellos que cada seis meses besan el escudo de turno, de estos mercenarios líbrame Señor!

Un cuarto caso se presenta cuando un jugador que jamás hace goles, cómo un arquero, un defensa o muchos delanteros sin condiciones, se privan de festejar un gol porque se lo hacen a su antiguo equipo, en este caso tampoco debe importar nada, en realidad hacer un gol y más en el fútbol profesional no es para todo el mundo y por ello jugadores reconocidos por su poca cuota de gol, basada en limitaciones de dominio, definición o inteligencia, no deben aguantarse la ganas de salir corriendo por toda la cancha abrasando compañeros, aguateros, mascotas y porristas para conmemorar la feliz equivocación de haber marcado, así lo hayan hecho a su equipo anterior, en esta situación vale todo!
Celebración del Arquero Camilo Vargas al anotar un gol en el clásico Capitalino  en Colombia
Pero la más patética y la única situación que no comparto para que alguien le celebre un gol en la cara a la hinchada de su antiguo equipo,  resulta cuando algunos jugadores limitadísimos hacen un gol y salen a celebrarlo de manera irrespetuosa y provocadora al frente de la hinchada contraria, más si es la hinchada local en ese momento, para demostrar que se están perdiendo de un crack no valorado anteriormente por ellos mismos, el cual emigró a otro equipo en busca de un mejor futuro ya que no se le reconoció su innegable talento, aunque normalmente se han ido por su bajísimo nivel. Ejemplo de esto ocurrió en Bogotá el año pasado cuando el delantero del Itagüí FC Efraín Viáfara en la liga Colombiana, le marcó un gol a Santa Fe su antiguo equipo, donde había estado jugando la temporada anterior dejando un déficit de gol y capacidades bastante importante, y demostrando que lo único que no tenía eran condiciones para jugar al fútbol profesional. Seguidamente al marcar el gol, corrió a la tribuna local y con ademanes groseros y bailando como si hubiera ganado el balón de oro, trató de ofender a los hinchas por haber hecho el 0-1 parcial del encuentro. Una hora después el partido había terminado 3-2 a favor del local dejando el gol de Efraín solo para la estadística; meses después en eliminación directa por la semifinales del torneo, Santa Fe derrotó en partidos de ida y vuelta al Itagüí (3-2 y 0-1) dejándolo eliminado y demostrando que Viáfara tiene mucho talento para el baile.
Viáfara increpando a la hinchada de Independiente Santa Fe.
Pero el fútbol es parte de la vida y se ve de todo en la viña del Señor, siempre existirán buenos y malos, educados y patanes, cracks que todos aplauden sin importar el equipo o la cancha e impedidos vestidos de cortos que se equivocaron de oficio, y que toca aguantárselos a veces incluso en el equipo propio. Juzgar al que celebra o no un gol va más  allá de una simpatía o de un momento particular, los sentimientos y las pasiones detrás del fútbol muchas veces no se conocen y por eso no se debe cohibir a nadie de cantar un gol en la mayoría de ocasiones, así se lo hagan a uno con la casa llena, los músicos contratados, la comida servida y el trago enfriando…..esto es fútbol y por eso ningún otro deporte es tan grande y tan generoso, tanto que hasta Jefrey Díaz o Alex Daza pudieron celebrar un gol y sentir que alcanzaban la gloria.

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