jueves, 12 de abril de 2012

Oscar Julián, Ya No Me Deprimirás Nunca Más!

El arbitraje Colombiano es de las cosas que más canas (textualmente hablando) me han sacado, incluso más que el hecho que Petro no sepa tutear. Es muy raro no sentir ira, tristeza o ganas de mentarle la madre a ciertos jueces de nuestro país con solo oír su nombre o recordarlos en algún programa radial o televisivo, porque es confirmar que la impunidad de nuestra adorada tierra llega incluso al deporte. 

Llevo mucho tiempo siguiendo la liga local y fácilmente pueden ser unos 28 años viendo jugadores de todo tipo pasar por las canchas de la patria forjando su propia historia, sea ésta para reír o para llorar; en menor medida también observando a los entrenadores que normalmente llegan para quedarse perpetuamente deambulando como almas en pena por los equipos nacionales, muchos reencauchándose sin sonrojarse entre rivales de patio y resistiendo en sudaderas fluorescentes el paso del tiempo, como Steven Seagal que desde que me acuerdo tiene mirada de chino malo y cola de caballo, aunque hoy seguro, no puede tener menos de 92 años de vida. 

Sin embargo, dentro de tantos buenos recuerdos en los diferentes estadios del país (si es que a algunos se les puede llamar estadios), siempre hay una mancha negra presente en mi memoria que ha sacado y sigue sacando lo peor de mí cuando soy testigo de sus malintencionadas decisiones, una mancha tan sucia como imperecedera: Los árbitros. 

Siempre me pregunté desde que era pequeño, en qué momento de la vida una persona escoge una carrera o un oficio, de niño siempre se sueña con ser policía, astronauta, soldado, bombero y claro, futbolista! pero uno crece y dadas algunas circunstancias y talentos, el niño que quiere ser grande se vuelve en poco tiempo abogado, ingeniero, taxista, carnicero, albañil, locutor, actor de reparto, panadero, celador y no falta el que se hace estilista….pero carajo, ¿Por qué turbias razones o vivencias un niño al llegar a su adultez decide ser arbitro? ¿Qué traumas tuvo que soportar en la infancia para tomar una decisión tan radical? ¿No le regalaron nunca un balón en su infancia? ¿O acaso no lo dejaban jugar en los recreos los demás niños por su mínimo talento con la pelota en los pies? ¿O todo entonces es una venganza de algunos frustrados contra los que si disfrutamos del fútbol? 
Niño Árbitro en Perú, increíble pero cierto.
A veces pensaba que ser arbitro era un castigo del destino a quienes en otras vidas habían sido descendientes de Caín, amigos de Atila, verdugos de la inquisición, conquistadores españoles o compositores de música ranchera, pero al crecer vi con incredulidad que quién escoge ser arbitro en cualquier parte del mundo lo hace por gusto propio y la verdad no me queda muy claro todavía, si no hubiera sido más digno en ese caso irse por la vida de la tijera y los salones de belleza. 

Desde que tengo memoria siempre hubo en Colombia pésimos árbitros que dañaban desde un amistoso hasta una final, por ejemplo Jesús Chucho Díaz, juez costeño que no perdonaba partido en Bogotá sin echar mínimo dos jugadores del equipo local, o años después como el paisa Armando Pérez, un árbitro polémico y localista que llegó a estar secuestrado unos días en la época más turbia del fútbol cafetero al final de los años ochenta, cuando los narcos de Medellín y Cali inundaban el país con dólares, muertos y varias estrellas colgadas en los escudos de sus equipos favoritos. 
Hernando Buitrago, juez colombiano apodado Mr. Bean.
Después vinieron árbitros igual de malos en los años noventa, como J. J. Toro apodado Mr. Red porque por partido no bajaba de cuatro expulsiones con o sin causa, o el recordado bogotano Felipe Russi, un completo negligente dentro de la cancha y con una arrogancia propia de actor de Padres e Hijos. Nombres de estos recordaros referees pueden haber decenas pero mencionarlos me haría hervir la sangre, el problema es que siempre hubo malos jueces y aunque mancharon con su pito innumerables juegos y resultados, jamás fueron duramente sancionados, suspendidos o multados. 

Pero el peor ejemplo es el del llanero Oscar Julián Ruíz, un abogado de profesión que también optó por ejercer el arbitraje paralelamente durante muchos años en Colombia, amigo de un gran número de periodistas y con algún padrino invisible en la Federación Colombiana de Fútbol y quien dice que no, hasta en el propia Conmebol. El Cacharrito como le llamaban sus más cercanos amigos en la prensa deportiva del país, sobresalió siempre por pitar con firmeza y mesura en el exterior, lo que se le premió en repetidas oportunidades al darle la posibilidad de arbitrar finales de Copa Libertadores, Copas Intercontinentales de Clubes y un sinnúmero de partidos en mundiales, Copas América entre otros certámenes FIFA. 

Pero en Colombia sus actuaciones dejaban mucho que desear, los días que yo veía a Ruíz pitando en cualquier cancha del país podía tener dos sensaciones tan opuestas como desatinadas, pues lograba hacerlo como un aprendiz al que se le habían quedado en la casa las tarjetas y el carácter según los rivales de turno, o a un pillo que disfrazado de negro se reía socarronamente de cuestionadas decisiones que cambiaban sin pudor el curso de un partido o de un campeonato. 

Igual pitara bien o pitara mal, Oscar Julián casi nunca fue cuestionado, todos sus compadres desde la tribuna periodística no se molestaron jamás en criticarlo, pero si en repetirle al país una y otra vez que Ruíz era el mejor árbitro de la historia, que gracias a Dios era colombiano y que mejor aún era nuestro representante en los mundiales de fútbol, Cacharrito era Colombia en el mundial!!!

Por razones varias, el llanero jamás fue de mis afectos, partido que pitaba en Bogotá partido que terminaba con polémica y normalmente favoreciendo a equipos del occidente del país. Pero en realidad lo que más me afectaba, no era que Ruíz metiera la mano y volteara la cancha a su antojo, sino que tenía la facultad de imitar voces de personalidades del país como las de los ex presidentes Gaviria, Samper o Pastrana, más una deliciosa variedad de figuras de todo tipo, lo que resaltaba su ingenio y buen humor. 

Alguna vez en pleno zapping tuve la mala suerte de verlo en un programa de la mañana de un canal privado, de esos donde todos los presentadores e invitados siempre están felices entre recetas de cocina,  conferencistas que suben el autoestima en tres lecciones y juegos dignos para un paseo de niños de 7 años, allí el Cacharrito se robaba el show imitando a cuanto reconocido mequetrefe le pedían remedar, ese día entré en depresión profunda por varias semanas, jurándome que jamás sintonizaría de nuevo un canal de televisión nacional durante la mañana y mucho menos me alegraría en adelante que Oscar Julián fuera “Colombia en el mundial!” ¿Pues qué culpa tenían los demás que nosotros no viajáramos y el sí? 

El llanero se retiró del arbitraje profesional para mi suerte y la de millones de fanáticos del fútbol en todo el mundo hace ya varios meses, no obstante hace poco la IFFHS (Federación Internacional de Historia y Estadística del Fútbol) dictaminó que el Sr. Ruíz era el tercer mejor arbitro del siglo XXI, ese día más allá de la esquizofrenia misma de la noticia no me sorprendí, pues esta federación nunca ha publicado un solo ranking donde la gente al leerlo no sienta que un agujero negro está a punto de abrirse por las barbaridades que cada tanto en ellos presenta. Pero seguidamente pensé que donde haya un colombiano todo es posible y si Víctor Hugo Aristizabal fue el mejor jugador del mundo sin balón, ¿Por qué el Cacharrito no podía ser alguna vez considerado, así fuera por una federación de broma un buen arbitro?

2 comentarios:

  1. De todas maneras no se me preocupe que si se fue Ruiz, ahí detrás viene Roldán que es otro nefasto.

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  2. Tranquilo pero....se le acaban cada día mas las excusas a Santafe para no ganar nada.

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